La pérdida de alguien por muerte es una herida y al igual que en el caso de una lesión, enfermedad o herida física, debemos darnos a nosotros mismos un tiempo para sanar de ese mal. El dolor psicológico que se siente es tan importante como cualquier herida física observable, solo el tiempo le dará la cura respecto a esa pérdida. El tiempo por si solo no cura, hay que permitirse experimentar y sentir lo que sea necesario para liberar ese dolor y proseguir con la propia vida.
Al principio de una pérdida puede ser aceptable una defensa; sin embargo, si se mantiene reprimido demasiado tiempo, el dolor tendrá a expresarse de otras formas: mal humor, reacciones violentas, somatización, adicciones, etc. En el extremo opuesto de los que no se animan a entrar están los que no se animan a salir. Estos dolientes no están dispuestos a dejar ir la presencia ausente de lo que no está. No se permiten soltar lo pasado y asumir la sensación de soledad que conlleva a la pérdida.
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