La persona deprimida experimenta un descenso de su estado de ánimo. Lo describe como tristeza, melancolía o desesperación.
Pierde el interés por la vida, sus apetitos se reducen antes de que su conducta manifiesta se vea afectada y en las depresiones benignas, pasa por los movimientos del comer, del sexo o del juego, pero con poco entusiasmo.
A medida que su depresión progresa, acaba sintiendo indiferencia por aquello que anteriormente había constituido sus ocasiones principales de placer.
Sonreirá a caso ligera y tristemente frente al humor de algún otro, pero tiene poco, él mismo, a menos que se trate de una máscara cínica o sardónica que disimule el desdén de sí mismo.
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